sábado, 4 de abril de 2020


Dr. Fortunato Estrada Degrandi, Testimonio del Dr. Daniel Estrada TaddeiSeguir Leyendo...
 El testimonio de uno de sus hijos, el Dr. Daniel Estrada Taddei
Recordando al Dr. Fortunato Omar Estrada
    Un busto en Diagonal Oribe testimonia el reconocimiento de nuestro pueblo al Dr. Estrada, fallecido en accidente automovilístico junto a su esposa, Lotis Taddei, en 1969. Montevideano de vasta actividad en nuestro medio, muchos aún lo recuerdan. Otros sabrán de él mediante esta crónica, a través del recuerdo de Daniel, uno de sus hijos.
    Fortunato Omar Estrada, nació en Montevideo, en Villa Española, hijo de Pedro Estrada, zapatero de profesión, y de Amanda De Grandi a quien nuestro entrevistado no llegó a conocer. “Mi padre –nos dice Daniel- trabajó como changador en el Puerto de Montevideo durante muchos años, fue deportista, jugó en Sud América como golero, y desde joven también sintió pasión por el ajedrez. A los 20 y pocos años tuvo un grave accidente en moto, producto del cual casi le tuvieron que amputar una pierna. Estaban a punto de amputársela y llegó un Médico conocido quien dijo que tratarían por todos los medios de evitar esa situación y así fue. A pesar de las fracturas múltiples y expuestas le salvaron la pierna pero le quedó algo más corta que la otra, por lo que tenía que usar un taco más alto y rengueaba un poco al caminar. Tenía 25 años más o menos y todavía estaba soltero cuando ello ocurrió”.
    El Dr. Fortunato Estrada contrajo matrimonio con Lotis Taddei, “nacida en Suiza y bautizada en el barco, cuando venía junto a su familia para Uruguay”, rememora nuestro entrevistado.
    El matrimonio Estrada Taddei tuvo seis hijos: Anabel, Jorge, Homero, José Francisco, Daniel y Walter. “Mi padre se casó a los 31 años –mi madre tenía 20- y se vino para Minas. Estuvieron viviendo en una casa en Aníbal Del Campo y luego pasaron a residir por 18 de Julio casi Aníbal Del Campo, casa donde nací en 1958. Él se recibió de Médico Cirujano, se dedicó un poco a la Cirugía y después a la Ginecología. Vino a trabajar al Hospital directamente ya que no habían mutualistas. Con el paso del tiempo llegó a ser accionista del Sanatorio Médico Quirúrgico. Luego donó todas sus acciones a la Unión Médica de Lavalleja y posteriormente surgió Camdel”, señaló.
    Claro que los comienzos para el Doctor recién recibido no fueron fáciles. De esa forma lo explica su hijo Daniel: “tuvo dificultades económicas porque provenía de una familia muy humilde y para poder estudiar no le resultaba para nada sencillo por lo oneroso que resulta hacer una carrera de este tipo. Cuando llegó a Minas tenía una ‘cachila’ y la gente decía: ‘mirá, ahí va el doctorcito nuevo’. Al poco tiempo se compró un auto mejor y fue progresando... Calculo que al finalizar la década del ’40 fue cuando llegó a Minas. En aquella época los médicos ganaban bien, no eran tantos como ahora, y eso le permitió conformar un cierto capital el cual invirtió en propiedades”.
    Al recordar a su padre, Daniel mencionó que “era muy compañero con mi madre. Era ‘familiero’ y en nuestra casa siempre había cantidad de gente en Navidad y en los Fines de Año. Se levantaba temprano, estaba un rato tomando mate con ella y así empezaba su trajín diario. Hacía las visitas, pasaba por el Hospital, y yo muchas veces iba con él en el auto. Bajábamos y yo le tomaba el pulso a algunos de sus pacientes. Yo tenía 8 años y aunque todos se reían, yo lo hacía muy serio... Papá venía a mediodía, siempre comía lo mismo: una costilla redonda con una ensalada o con papas fritas. La costilla no faltaba nunca... Después de almorzar, se tiraba para atrás en la silla, se ponía una servilleta sobre la cara para taparse la luz y esa era su siesta. En una oportunidad le pregunté por qué se tapaba la cara y me dijo que era para no ver el desorden...”, recordó.
    Desde su perspectiva también valoró que su padre tenía excelente carácter, era muy tranquilo y nos contó que nunca lo vio enojado. “En los ratos libres, estaba en su consultorio, leyendo libros de Medicina, revistas y artículos para actualizarse”. Con sus pacientes “tenía excelente trato” y conforme a ello son muchas las anécdotas relacionadas con el cumplimiento de su profesión. “En una oportunidad una señora llegó como a las tres de la madrugada a golpear la puerta de casa para decirle a mi padre que su gato tenía una espina atragantada. Papá se levantó, atendió al gato y lo salvó...”, prosiguió relatando el Dr. Daniel Estrada Taddei.
    También fueron recordadas aquí las salidas a campaña, aunque en este caso por el comentario de terceras personas. “De acuerdo a lo que me decían, papá muchas veces tuvo que ir hasta determinado lugar en el auto y luego seguir a caballo para cumplir con algún paciente”.
    En cuanto a los clásicos paseos familiares, el entrevistado indicó que “con asiduidad íbamos la playa y otro de los recorridos habituales era al Parque Vacaciones donde nos dejaba a cargo del bañero, se venía a trabajar, y nos iba a buscar a la nochecita. Pasábamos mucho en la playa durante los veranos. Tuvimos casa en La Floresta la cual luego se la prestó a un muchacho de Rausa. Después compramos una casa en Atlántida que tuvimos durante un solo verano. La compramos y la vendimos rápidamente. Después me acuerdo de algunas idas a hoteles hasta que se compró una casa en Portezuelo que tuvimos durante algunos años. Eran épocas muy felices...”, destaca.
    En cuanto a la participación en política del Dr. Fortunato Estrada, su hijo Daniel mencionó que era un hombre de izquierda aunque no era activo militante, como sí lo era su hermano, el reconocido constructor Rúben Estrada, o uno de sus principales amigos, el Dr. Godofredo Fernández. “Tanto Godofredo, como Pedro Estela iban con bastante asiduidad a casa. La última elección en que votó mi padre fue cuando fue Gestido resultó electo. Como niño que era le pregunté qué le parecía Gestido y me dijo que era ‘un buen hombre’. Después se murió Gestido y pasó lo que todos sabemos...”.
El Dr. Estrada falleció en 1969 y de acuerdo al testimonio de su hijo, “hasta ese momento no había tenido problemas por ser de izquierda”. No obstante ello reconoce que una pregunta que se ha formulado en muchas ocasiones tiene que ver con qué hubiera pasado con su padre en la década del ‘70 “por las ideas políticas que profesaba y porque además era militar” ya que siendo practicante “ingresó por concurso al Ejército y luego siguió como Alférez Médico hasta llegar a Teniente. En Minas trabajaba en el Batallón. Recuerdo que cuando íbamos a Montevideo, pasábamos por el Cuartel que está en Camino Maldonado. No sé qué hubiera pasado con mi padre durante el período de la dictadura, si le hubiera ocurrido lo que aconteció con el Dr. Godofredo Fernández, por ejemplo”.
    El protagonista de esta crónica se distinguió además por ser un gran ajedrecista y gran nadador. Fuera de la Medicina, el Dr. Daniel Estrada, destacó que su padre solía jugar partidas de ajedrez. “Se iba al Club Minas un ratito después del mediodía, jugaba media hora como relax y luego seguía con su trabajo. En casa también jugaba al ajedrez y lo hacía leyendo el diario, frente a la estufa. Nosotros estábamos en la mesa, le cantábamos la jugada y él, sin mirar el tablero, hacía las jugadas y nos ganaba, por supuesto. Tenía el tablero en la mente...”. También le gustaba el fútbol –ya dijimos que fue golero de Sud América- y en relación al rey de los deportes, Daniel puntualizó que “un día le pedí permiso para no ir a la escuela para escuchar un partido importante de Nacional. Pensé que me iba a decir que no pero sí me lo permitió. Él era de Nacional y de Sud América. Me acuerdo una ida de chico al Centenario con unos tíos que eran de Peñarol. Fue un clásico famoso, cuando Manicera la sacó de chilena cuando la pelota iba entrando...”.
Al Dr. Estrada también le gustaba la vida de campo y cuando lo sorprendió la muerte estaba por adquirir una propiedad en la campaña.
    Daniel sintió el mismo llamado vocacional que su padre. Como Médico Cirujano señaló que “la duda siempre existe, por más que uno piense que está totalmente seguro de algo, porque muchas veces, como Médico Cirujano, decide realizar determinada intervención y en ese proceso se encuentra con una situación diferente y que no había previsto. Siempre hay que pensar en lo que es mejor para el paciente”, expresó a modo de premisa y agregó: “desde chico estaba relacionado con la profesión por la actividad de mi padre. Hice la carrera en forma bastante fluida hasta los 24 años en que empecé a trabajar como ayudante de Cirujano. Estuve varios años sin dar exámenes y después proseguí la Carrera. Actualmente trabajo en el Hospital de Clínicas, estuve en el Maciel, en el Pasteur, y ahora también en Médica Uruguaya –en Montevideo-, en el Hospital de Minas y hago suplencias en Camdel”.
    Con el paso del tiempo y en cumplimiento de la misma actividad, padre e hijo llegaron a atender a la misma persona. “Papá me contó de un caso en que a su paciente la esposa lo estaba envenenando con veneno de ratas –el paciente había quedado ciego-. Un día me encuentro en el Hospital con un anciano ciego al que atendí no recuerdo por qué tema. Esta persona me comentó que la esposa lo había envenenado. Le pregunté si el Dr. Estrada lo había atendido y era el mismo paciente...”.
    En esta charla no podíamos dejar de lado el capítulo referente al accidente que terminó con la vida de los padres de nuestro entrevistado. “Mi padre tenía 54 años y mi madre 43. Mi padre falleció en el momento. Mi madre estuvo internada en el Británico cerca de diez días y falleció. Mi hermana mayor y una amiga iban en el asiento trasero y si bien recibieron una serie de lesiones, el accidente no les deparó consecuencias graves. Fue en 1969. Yo tenía 11 años y en ese momento estaba en la Escuela. Me fueron a buscar y un primo me dijo que había habido un accidente. Me llevaron a casa y allí me dijeron qué había pasado. Fue cerca de Solís de Mataojo, por Ruta 8. Ellos iban para Montevideo”, dijo el Dr. Daniel Estrada al detener el recuerdo en tan trágico momento.

    Así, la ruta 8 se cobró la vida del destacado Médico y de su esposa. Hoy, 36 años después, el recuerdo se mantiene vivo, más allá del monumento que testimonia su destacado paso por nuestra sociedad. “La gente se sigue acordando de él. Eso es muy importante para nosotros porque por algo será que los minuanos lo siguen teniendo presente. A mí no sé si me favorece o no como Médico porque cuando empiezan las comparaciones no sé cómo quedaré parado pero para mi es un orgullo muy grande”, valoró para concluir el Dr. Daniel Estrada Taddei.

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